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El dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín está considerado el creador de la comedia neoclásica.
Moratín tardó varios años en estrenar su comedia El sí de las Niñas, que es técnicamente la más perfecta de las que realizó. Escrita en 1801 en prosa y en tres actos, no es estrenada hasta el 24 de enero de 1806. Fue un éxito sin precedentes, para muchos el mayor acontecimiento teatral de todo el siglo. En el teatro se representó durante veintiséis días consecutivos y acudieron a verla más de treinta y siete mil espectadores, una cifra inimaginable para el Madrid de esos años. Llegó entonces la época de la cuaresma, en la cual se cerraban todos los teatros, por lo que se vieron obligados a quitarla de cartel. También supuso un notable éxito editorial, con cuatro ediciones solo en el primer año.
El sí de las niñas despertaba pasiones y odios por igual. Era una obra claramente Reformista. Con la restauración de Fernando VII la comedia fue prohibida por la Inquisición en dos ocasiones, por lo que durante casi veinte años no pudo representarse en teatro alguno. Cuando posteriormente se levanta la prohibición, debe sufrir importantes cortes que impuso la censura.
Todo ello está motivado por el mensaje de la obra, inspirado en la Ilustración. Se trata de un teatro con una unidad de tiempo perfecta, en el que coinciden el tiempo de la acción y el tiempo de la representación, correspondiendo a los intervalos el tiempo que no se representa. Además toda la acción de la obra se desarrolla en una misma posada de Alcalá de Henares, en Madrid desde las siete de la tarde hasta las cinco de la madrugada del día siguiente.
El argumento se centra en una de las preocupaciones de la sociedad de su época, el conflicto que se produce entre la arraigada autoridad paterna y la anhelada libertad que sus hijos pretendían. Solo hay que señalar que los hijos menores de veinticinco años debían obtener el permiso de su progenitor para poder contraer matrimonio. Para el autor nunca se debe abusar de la autoridad, ya que al final resulta contraproducente. Nunca se debe abusar de la autoridad.
La intención de la obra es claramente didáctica: pretende hacer comprender al espectador, fiel al espíritu de la Ilustración, que no tienen sentido los matrimonios por interés, en los que la desigualdad es patente. Ataca los matrimonios de conveniencia que se concertaban entre hombres maduros acomodados y mujeres jóvenes sin experiencia, y que no eran del agrado de los próceres de la Ilustración. Denuncia la falta de amor entre ellos y la escasa probabilidad de descendencia por carencias evidentes del marido.
La obra nos sorprende por su diálogo acertado, perspicaz y preciso a través de una concepción moderna en el que las palabras se colocan en el momento adecuado. Los personajes están perfectamente dibujados y ponen de manifiesto los vicios y errores de la sociedad que las tocó vivir.
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